Hace semanas, en una de mis clases sobre comercio electrónico, comenté que realizar una venta es un mal negocio, que tener clientes que te compran sin más es cumplir simplemente sus expectativas. Y terminé diciendo que no quería ventas ni clientes, todos para vosotros.
Una chica, sentada en la tercera fila, me miró entre extrañada y sorprendida esperando a ver cómo seguía. Entonces expliqué que yo quiero apóstoles, discípulos que no me compren pero que hablen de mí, de mi producto o mi servicio siempre.
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